Vaya por delante que no creo que haya un manual de buenas costumbres en internet. Ni tampoco en red social alguna. Una de sus mayores bondades es la libertad que da al usuario para utilizarlas como crea conveniente, y ahí se encuentra parte de su riqueza. No obstante, en el caso de Instagram creo que hay algunos consejos que son más que aceptables para mejorar el nivel de nuestra cuenta. O al menos, no echar nuestra reputación en cuanto a estilo por la borda, y quedarte fuera definitivamente de la lista de 25 cuentas que seguir en Instagram.
Uno de los usos más recurrentes es el de fotografiar el plato de comida segundos antes de empezar a devorarlo. De hecho, es fácil reconocer en los restaurantes a los hard-users de Twitter y sobre todo de Instagram: son los que sacan fotos a sus platos en cuanto se los traen.
No es mala idea fotografiar comida, pero hay una diferencia notable entre las hamburguesas gourmet, o el yogur helado, y un plato humeante de lentejas o de arroz caldoso, mucho menos apetecible en una imagen que además quizás vean nuestros seguidores en un momento en el que tengan aún menos ganas de ver algo así. Pro-tip: el sushi no es demasiado fotogénico, y menos aún de cerca.
Otro clásico, y este bastante menos elegante que el punto anterior: subir fotografías después de comer, con platos en los que apenas quedan las migas, el caldo, o lo que es peor: los huesos. Ni hablemos si quedan restos de comida, o si éstos presentan síntomas de haber sido mordidos directamente en lugar de cortados con cuchillo y tenedor. Asumámoslo: no es nada agradable.
Uno de los encantos de Instagram es el de ver las notificaciones en el recuadro naranja cuando abrimos la aplicación. Nos gusta ver que nuestras fotos han sido vistas por la gente, que les han gustado, y que incluso se han tomado la molestia de hacer doble tap en ellas para regalarnos un Like. Y sabemos que a ello contribuye la utilización de hashtags, método con el que etiquetamos nuestras fotografías para facilitar a cualquier usuario que las encuentre. El problema viene cuando...
a) Utilizamos hashtags sin sentido, en lugar de aplicar la lógica y pensar en qué hashtags serán consultados por usuarios, con resultados como #snowingintorrelodones o #mejillonesalvapor.
b) Utilizamos hashtags populares, pero en fotos que no tienen nada que ver con ellos. Por ejemplo, #love, #nature, #sunset, #bokeh... para acompañar una foto de nuestros pies con calcetines nuevos.
c) Utilizamos hashtags en exceso. Normalmente se suelen usar entre uno y cinco. Utilizar treinta seguramente sea pasarse, y denota una excesiva voluntad por obtener likes y followers nuevos, sobre todo si recurrimos a los #picoftheday y similares.
Una cosa es tener un estilo definido en nuestras fotografías, y otra es aplicar el mismo filtro (dejando a un lado la dudosa calidad de la mayoría de los de Instagram) a fotografías de distintos tipos. Seguramente sea mejor idea aplicar unos diferentes en base al tipo de foto en cuestión: si se trata de un paisaje, un retrato, una foto macro, una imagen nocturna, o una captura de interior. Aparte de la mejora estética, seguramente nos ahorraremos algún contratiempo que empeore nuestras imágenes, como destrozar la profundidad de campo.
No dice mucho de ti que subas fotos tuyas frente al espejo. Si eres un adolescente, por seguir esa moda. Si eres un adulto, por una actitud tan claramente adolescente. Hablo de las fotos posando frente al espejo del cuarto de baño (mayoritario), o del ascensor (la siguiente opción generalizada). Si encima apareces vestido de una forma nada casual, transmites la impresión de haberte 'arreglado' para una foto frente al espejo del cuarto de baño de casa, lo cual puede ser algo triste. Si apareces ligero de ropa, tu reputación también se aligera. Si además, hay duckface... Triple combo mortal.
Rompe ligeramente la idea de Instagram ver una frase en un cartel hecho a ordenador, que ni siquiera es una captura hecha a uno físico. Y ciertamente, es bastante habitual verlos, sobre todo en cuentas de más reciente apertura, que suben frases teóricamente inspiradoras, o en forma de sobrecillo de azúcar 2.0. Los aforismos y los consejos de sabio llegan a todas partes.
El tilt-shift, sobre todo tras la última actualización, mejoró bastante, y es un buen recurso para dar un poco más de impresión a nuestras fotografías. Sobre todo, para imitar la profundidad de campo que no podemos obtener algunas veces con las cámaras de nuestro smartphone. El problema viene si nos emocionamos demasiado con su uso, y acabamos estropeando fotografías que podrían ser mucho mejores sin él. La idea es enfocar el punto principal de la imagen, el protagonista, y dejar desenfocado el resto de elementos. No suele tener grandes resultados salirse de ahí, y en algunos casos incluso nos vemos forzadísimos, ya que una persona no tiene la misma forma que un círculo o un rectángulo.
Peor que subir fotos hechas con compactas, es subir fotos hechas con cámaras réflex, pues apuntan a una calidad profesional que está mucho más distante de las smartphones. Por ello, el delito es mayor que si se suben fotos de compactas, más próximas en calidad a un smartphone.
Si se tiene una réflex, probablemente sea mucho más viable utilizar otras plataformas para subir nuestras fotografías, como Flickr (para álbumes y recopilaciones) o 500px (para fotografías de alta calidad mucho más concretas y seleccionadas). O directamente a Facebook, pero en cualquier caso no a un servicio que tiene limitaciones tan considerables como el de tomar fotografías cuadradas con un tamaño de 612 x 612 píxeles, y estar presente sólo en dispositivos móviles.
O mejor dicho: "Subir imágenes de internet… haciéndolas pasar por nuestras". Sin duda, se trata de lo peor que se puede hacer en Instagram. Intentar colar una imagen ajena que hemos encontrado a través de Google, Flickr, Compfight o cualquier red social, como propia. Argh. Algo similar a lo que ocurriría si nos vamos a la puerta de la discoteca a apoyarnos en un Porsche aparentando que es nuestro: se puede notar en cualquier momento, podemos quedar retratados si alguien se interesa por ello, y puede aparecer alguien que conozca su verdadero origen.